martes, 27 de enero de 2009

El Cristo Negro


Se levanta en dirección al podium; todos se emocionan, gritan de euforia. Son cuatro pasos, pero cada paso marca una nueva era, aunque no sabemos de qué. Al parecer todos tienen una idea de cambio y de cercanía. Celebran el surgimiento del líder de una nación que no es la suya. Misma nación que un día entró a sus tierras y mató a sus vecinos, pero la multitud que siempre olvida paga hoy con ovación la sangre que aun sigue brotando y esta multitud vuela con las palabras extrañas en un idioma diferente de un líder desconocido.
Da el primer paso y en Kenia lloran de emoción. Los africanos se reúnen en las casas que tienen televisor y en Gaza cesan las bombas. Los latinos se abrazan y a través de lente comienza este negro a parecerse a Cristo.
Da el segundo paso y todos se ponen de pie. Los flashes de las cámaras se integran en un segundo sol para iluminar al Cristo Negro. No hay oposición, todos lo aman, incluso aquellos que solo saben odiar. Hace unos días citó sus raíces extranjeras y una multitud extranjera se sintió identificada. Viaja en el tiempo y resucita con sus palabras lideres muertos por su sed de cambio.
Habla de nueva era y repite “el cambio” y yo solo siento miedo, pues hoy como todos los días tengo mi cama, mi hogar y aun sigo viendo mi bandera, aunque sea una puta.
Da el tercer paso y este lo da en el aire. Ya es mas grande que todos a su alrededor y su paso es lento por el peso de sus promesas que lleva sobre sus hombros. También las esperanzas lo arropan y ya todos dejaron de orar para ir a votar. Dejaron de esperar la solución de Dios, ya que sus esperanzas y su fe hoy descansan en el Cristo Negro.
Da el cuarto paso y completa su segunda venida tal y como lo prometió. Una banda antigua toca las trompetas que lo anuncian y se cumplen las escrituras. El aleluya es sustituido por el himno y saluda a sus discípulos, habla a sus laicos y su oratoria es magnifica. Menciona las palabras que están en los corazones de todos y yo pierdo el miedo y me uno a la masa.
Prefiero guardar mis manos, esperar y no aplaudir esta vez, ya que tantas veces con el mismo discurso me han quitado mi cama, mi hogar y mi bandera puta

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